2015 Octubre Quedada en Segovia
El día amaneció fresco y nuboso, nada inusual en los idus de Octobris, y más con la amenaza de que los cielos aguasen la jornada. Pero no, el gran padre Júpiter se apiadó de sus devotos y sólo unas tímidas gotas cayeron sobre nosotros. La excursión tenía su punto de arranque en uno de los extremos de la ciudad, el fantástico palacio-fortaleza del Alcázar, de sillares romanos y reconstrucciones varias a lo largo de los siglos, donde el último tramo del gran acueducto abocaba a la gran cisterna que encierra en su seno tan histórico y noble castillo, el de "tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando". Una visita que supo a poco, descubriendo en cada estancia anécdotas y pasajes de las vidas de Alfonso X el Sabio o Isabel de Castilla muy poco conocidas incluso para los amantes de la historia patria.
Una vez concluida dicha visita, remontando la ruta del acueducto soterrado en la Segovia medieval, caminamos por calles nobiliarias, cruzamos plazas y sorteamos palacios, iglesias y la Catedral para, al fin, llegar al punto elevado donde la más relevante obra de ingeniería romana de nuestra amada Hispania sigue allí desde la época del principado desafiando la erosión, la manipulación y el inexorable paso del tiempo.Sólo contemplar su magnificencia produce asombro por los hombres que lo levantaron, y evidencia la depurada técnica que hace ya dos milenios utilizaron, colocando sillar sobre sillar sin más rejunte que la eficacia de un buen tallador y arquitecto. Tras bajar a la vaguada donde es más impresionante dicha obra, junto al conocido restaurante de Cándido, proseguimos camino hacia una pequeña joya del románico justo al otro lado de la conducción romana, la iglesia de San Justo, un pequeño templo dedicado a uno de los dos hermanos complutenses que fueron víctimas de la persecución que el gobernador Publio Daciano desató en su provincia siguiendo el mandato de Diocleciano.
Fue una visita sorprendente, examinando al detalle los frescos románicos de incalculable valor pictórico e histórico que decoran el ábside del altar mayor. Una figura del "pantócrator" y escenas del Génesis dibujadas a modo de cómic para ilustrar a un pueblo analfabeto sobre el inicio del mundo. La siguiente parada fue tan inesperada como interesante, el convento de clausura de San Antonio El Real, donde sólo nueve hermanas mantienen un monumento repleto de ricos artesonados y joyas de pinacoteca. Todo un edificio con historia cuyas paredes fueron testigo de personajes de la talla del rey Enrique y su hija Juana y su hermana Isabel. Como aperitivo previo a un buen yantar, una parada en el arenero del Acueducto nos hizo comprender cómo se recogía y decantaba el agua procedente del manantial y se conducía hacia el canal.
A mediodía, con los pies entonados y la barriga rugiente, qué mejor forma de recuperar fuerzas que degustar la gastronomía segoviana en el Fogón de Javier. Vino, cochinillo, alubias, charla y camaradería remataron una mañana genial. Después, cada uno con sus compromisos, hubo excursión a la Catedral, compras, más charla o marcha, pero eso sí, nadie salió defraudado pues Segovia, y un grupo tan heterogéneo pero implicado como el nuestro, son siempre valor seguro.Hasta la próxima...
Gabriel Castelló Alonso